Una cola larga. Estimo una media hora en ella. Por suerte no tengo tanto apuro.
Estoy último hasta que llega una muchacha. Mejor no intentar describirla. No vale la pena el intento. Simplemente espectacular.
Si se me ocurriese algo, le hablaría. Pero la inspiración es caprichosa.
Abatido, le doy la espalda y me concentro en mis cosas mientras aguardo que la fila avance.
No aguanto, tengo que volver a ver esa cara. Vuelvo a girar. Es increíble, increíble.
De pronto, la luz! En su bolsillo derecho, un libro.
No logro ver cual es. Si tan solo... Sí, lo saca! Se dispone a leerlo. No logro ver aún la tapa. Retuerzo el cuerpo en busca de identificar el título o el autor... Ella se da cuenta. Se ríe. No se si es una buena sonrisa o una sonrisa de que idiota qué hace. Le pregunto: -Cuál es? Sí sí, lo conozco, lo leí.
Es mi oportunidad. Se abre una ventana para continuar la conversación. Es ahora o nunca... Pero me acobardo. No puedo. No me animo. Vuelvo a girarme.
Siento algo en la espalda.
Me rozó, si me rozó con el libro!
Habrá sido un error o un meticuloso movimiento para llamar mi atención?
En principio me mantengo de espaldas a ella. No debo entregarme tan fácil.
Me sigue rozando! No puedo ser tan cagón.
Anticipo que la fila está llegando a su final. Muy pronto la espera se habrá terminado. Tengo que actuar ya. Me doy vuelta. Logro una mirada cómplice y retomo la conversación utilizando al libro como pretexto y pilar. Escupo -casi literalmente- dos menciones sobre el autor.
Quedan solo dos personas delante mío.
Me transpiran las manos, se me reseca la boca.
Una persona. Soy el próximo.
Llaman al siguiente.
-Bueno, mucho gusto.
-Igualmente.
Avanzo, uno, dos, tres pasos. Respiro. Me doy vuelta.
-Che, queres ir al barcito de la esquina?
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