miércoles, 5 de marzo de 2014

Principio, desenlace y fin.

J era mi compañera del colegio. Siempre me gustó. La noche anterior a irme de vacaciones con mis papás, ella me pasó una foto por ICQ. Se nota que la imagen era una captura de webcam; se podía verla a medias gracias a la iluminación propia de la pantalla. Era un claro plano medio y ella sonreía en su bikini. Fue la primera vez que me pajee sin porno -a lo que se entiende por porno-.
Sabía que a mi vuelta seríamos el uno para el otro. Me pasé esas vacaciones fantaseando; con ella y yo en una casa de esas sobre la playa, solos y felices. Era diciembre del 2002 y tenía 13 años. Cuando volví, J no se conectó por dos meses. Comencé el 2003 en otro colegio.

Con P hablábamos siempre por MSN Messenger. Todas las tardes apenas volvía del colegio, me conectaba y le preguntaba cómo estás? qué hacías? qué contas? Un mediodía, después de almorzar y mientras yo compraba algo en el quiosco, se me apareció, me agarró de la mano y me llevó a una esquina. Hablamos unos nueve minutos y medio y luego nos dimos un beso apresurado. Teníamos portugués y era mejor no llegar tarde porque con esa profesora no se jodía.
Yo le seguí chateando siempre después del cole. Ella, dos semanas después, se puso de novio con otro compañero y se pasaron todo segundo año apretando en los pasillos. 

S fue la primer chica con la que salí varias veces. Íbamos a una heladería; veíamos una película en su casa; otra noche en la mía, aunque en realidad no la vimos nunca y esa vez le toqué las tetas. Una amiga una tarde me convenció que no la tenía que ver más. Puedo ser fácil de influenciar.

Esa amiga pasó a ser M. Con M sí que salí varias veces. Varias veces de verdad.
A pesar de que nos quisimos demasiado, no nos tuvimos paciencia. Era el auge de mi adolescencia y no veía la hora de consolidar ese cariño con sexo. Ella siempre ponía sus peros y entonces yo fui lo suficientemente impaciente y tonto como para hacerlo con la primer pibita que apareció. En represalia, ella fue y tuvo su primera vez con un amiguito de su clase.
Tiempo después del odio, creo que volvimos a querernos; pero ya nada pudo ser lo mismo.
Fuimos un juego de mesa en donde las fichas no pueden estar en el mismo casillero, nos mantuvimos en una histérica sintonía.
Luego de casi dos años sin verla, me la crucé en una pizzería acurrucada con su nuevo novio. Ni nos saludamos.

El 2010 fue una película de drama, con un giro al suspenso y un desenlace de terror. N fue mi mejor actriz de reparto. Acompañó mi protagonismo de manera espléndida y con una performance sin fallas. Intenté premiarla, darle el Oscar que merecía. Y la llevé a París por San Valentín.
Cuando la secuela tomó un tono más alegre la cosa no funcionó. Al igual que esos actores que se destacan en exitosas series de televisión, ella no pudo desprenderse del papel por el que fue conocida; estaba demasiado atado a esos recuerdos y no supo lograr otra personificación.
La trama continuó pero sin ella en el elenco.

F llegó en el momento menos pensado. Los números en la casa de apuestas le eran totalmente desfavorables. A pesar de semejante escepticismo ella fue un vendaval; hizo saltar la banca. Y como en toda apuesta donde las probabilidades son bajas, los beneficios fueron superlativos.
Jugamos a ser una pareja moderna en una ciudad cosmopolita. Nos reíamos de nuestras diferencias; nos inventábamos similitudes; nos dejábamos sorprender. Pasamos el invierno en el subte; con caricias y mimos, indiferentes a los demás. Íbamos al cine o a comer; nos emborrachamos. Como no la dejaban dormir en casa, después de coger la llevaba de vuelta. Retornaba somnoliento y con la música al mango.
Con el calor de diciembre, el subte dejó de ser un lugar para los mimos y abrazos. Tuvimos que distanciarnos. En mayo volvió el frío pero no la encontré en ningún vagón.