jueves, 11 de julio de 2013

Teología de la histeria.

No creo haber vivido equivocado.

Excepto por algún que otro infortunio pasajero o ciertos hechos de fuerzas mayores no puedo quejarme de mi vida.

Como, duermo y a veces me reproduzco (aunque mi reproducción muera asfixiada en una bolsa de latex).
Mis necesidades básicas están satisfechas.

Me ejercito, consumo, me entretengo y a veces amo.
Mis necesidades básicas modernas están satisfechas.

Pero hay momentos en donde uno le pifia. Se equivoca. Trastabilla.
Las debilidades lo carcomen, lo superan.
Años de psicoanálisis y meditación profunda para luego desbarrancar en el peor de los abismos.
Aunque sean tan solo unos pocos días, hay veces en que uno simplemente recae en sus locuras.

Hoy el Ave María me iluminó el camino.
No siempre, pero en algunas ocasiones, hacer lo contrario a lo que uno cree que es correcto nos puede llevar a la consagración.

En el siguiente video, uno de los filósofos más importantes del siglo XX nos ilustra con esta teoría de vida.



Es probable que muchos no crean en su filosofía.
Pero he de admitir que desde hoy en adelante me comulgo a su ideología.



Hay ocasiones en las que uno tiene éxito con el sexo opuesto (o el sexo que le interese) y hay ocasiones en las que uno fracasa.
Qué determina el resultado final?
Qué variable separa la victoria de la derrota?

Parecería que no hay ley ni teoría que pueda alumbrarnos el camino.

Yo tuve una o dos experiencias que me dan esperanzas. Una o dos veces creo haber hecho lo correcto y triunfado.
Mejor dicho, hice lo opuesto a lo que uno espera que sea lo correcto.
Triunfé donde otros fallaron.

Me desnudo y lo confieso.
Una vez una chica me odió. Bah, no diría que me odió pero simplemente me llamó y dijo: -prefiero que no nos veamos más-.
Así de simple, sin explicaciones claras ni conclusiones específicas.
Qué hice yo? Permanecí en la oscuridad. Me mantuve desamparado y solo. No intenté buscarla ni nada por el estilo. Esperé que pasen los días y luego me contacté.
Le dije que desconocía sus intenciones pero que me parecía que merecía una nueva oportunidad y debíamos de reveer una posible nueva salida. Y ella aceptó.

La volví a llamar unos días después. Quedamos en salir esa misma noche.
Al anochecer me volví a comunicar con ella para informarle que ese día nuestro encuentro no iba a ser posible. Que por una razón -insignificante si mal no recuerdo- no iba a poder asistir a su encuentro.
Ella enloqueció. Quemó dirían algunos literatos contemporáneos.

Desaparecí unos días y luego la volví a llamar. Ya para ese entonces era muy tarde. Esta vez ella estaba perdida. Ella era la que moría por mi.

Lo había logrado. Había ido en contra de todo libro, de todo manual básico, de toda enseñanza alguna vez aprendida. Había hecho todo mal y a pesar de eso, ella estaba al pie del cañon. Más firme que nunca.

Cuantas mujeres han actuado así? Cuantas te dicen: -dale, después nos vemos-. Para luego nunca más aparecer.
Seguramente ella había accionado así contra otros chicos en incontables situaciones.
Pero que esto le estuviese pasando a ella???
Había descubierto la pólvora.

Continué haciendo todo mal hasta que ese tipo de accionar se tornó rutina y lo mal se transformó en lo esperable, con lo cual pasó a ser lo bien. Ahí yo debería haber hecho lo contrario y pasar a hacer las cosas bien. Pero también era muy tarde pues yo era el no interesado...

Más allá de este anecdótico final me quedo con la introducción y el desarrollo.
Tal como explayó nuestro patriarca Constanza es momento de hacer todo lo que uno crea incorrecto.
Eso sí, cuidándose de que ese accionar no se transforme en rutina, porque allí uno deberá pasar rápidamente al otro opuesto de lo contrario. Y deberá comportarse bien.

Un poco por esto último dudo que éste escrito deba salir a la luz. Pero creo que ya es tarde y no puedo evitar hacer lo correcto dentro de lo malo. Una vez más me equivoqué.

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