A lo largo de su carrera fílmica, Woody Allen se cansó de vanagloriar al pasado.
Filmó Manhattan en blanco y negro. Musicalizó con Gershwin. En The Sleeper ridiculiza al futuro. En Radio Days recuerda a la época dorada de la radio. Sus personajes siempre suelen ir al cine a ver películas en blanco y negro de los 40’s.
El jazz de Baker, Evans y Davis, la ópera, la música clásica. Denominadores comunes en sus historias.
Sin lugar a dudas, Woody es un nostálgico –o un romántico como sugiere en su último film-.
Digamos que sus películas no son fáciles de digerir en la juventud. Sin lugar a dudas es un ícono, pero lejos está de ser masivo y –aunque un poquito menos- de ser moderno.
A cualquiera le puede copar ver Scarface o el Padrino, pero Annie Hall lamentablemente, no es para cualquiera.
Pero, hay indicios de que nuestro admirado y querido judío de Brooklyn ha entendido comprender esto y está buscando de cierta manera readaptarse a los tiempos de Lady Gaga, Coldplay y Justin Bieber.
Quizá para la mirada frívola y desgarradora, sus películas no cambiaron en nada. Pero si uno lo piensa dos suspiros más, puede darse cuenta de que ha ocurrido un cambio brutal en el director.
Sus tres últimas películas dan fe de ello.
En Whatever Works, superficialmente podemos apreciar al típico Woody Allen. Sínico, obsesivo, judío, neoyorquino y para decorar al postre, preocupadísimo por la muerte.
Lo cierto es que, en previas ocasiones, hubiese resultado muy difícil encontrar alguien adecuado para interpretar a este típico personaje, que por lo general era protagonizado por el mismísimo Woody.
Aquí es donde interviene otro judío de Brooklyn. Larry David. El cerebro detrás de Seinfeld y creador de uno de los mejores personajes, que la televisión alguna vez conoció: George Costanza.
Hace ya varios años que Larry viene protagonizando su propio show: Curb Your Enthusiasm, el cuál en simples palabras, es otro programa sobre un cínico, obsesivo-judío pero que en esta ocasión, vive en Los Angeles. Con lo cual, más que caminar, pasea en auto.
Larry David, goza de una excesiva popularidad en este momento. Si analizan el afiche de Whatever Works, observaran que prácticamente no se encuentra el nombre de Woody Allen en éste –en las letras chicas aparece como director-. Es la imagen de Larry la que ocupa en su mayoría la portada.
Por lo tanto. Primera conclusión. El genial director, a pesar de haber tenido más de 20 nominaciones al Oscar. Carece de un ego conflictivo. Al menos, no hay conflicto en que su homónimo moderno de la cole ocupe todo el espacio.
¿Por qué moderno? Larry David usa blackberry. Come Sushi. Asiste a los partidos de los Lakers. Se duerme en el teatro y en la ópera.
En segundo lugar está You’ll Meet a Tall Dark Stranger. A simple vista parece otra más de sus películas filmadas en Europa. Fotografía de la ciudad y no mucho más. Pero en ella se encuentra un grito difícil de no escuchar. El concepto de cambiar la vida de uno. Estar atento a las oportunidades. Una historia con una imagen de fondo en común: El cambio y la posibilidad de no dejar pasar la oportunidad de realizarlo. Un viejo que deja todo y se va con una prostituta. Su hija que cuando quiere abandonar a su marido, un escritor fracasado que vive idealizando a la vecina, por el dueño de la galería de arte donde trabaja, descubre que es demasiado tarde.
En este film, podemos observar como Woody intenta establecer la idea del cambio, de abandonar la cómoda rutina y soltarse a la incertidumbre. Un perfecto enclave, entre el antes y el después de su filmografía. Previamente con Whatever Works, quizá su última película focalizada en sus ideas clásicas, dándole así lugar al comienzo de lo nuevo, donde el puntapié inicial ocurrirá en, nada más, ni nada menos, que París.
Por último entonces, tenemos su film mas reciente. Midnight in Paris. En ella, encontramos a Owen Wilson obsesionado con el pasado. Fervoroso creyente de que en éste, todo era mejor y de que su madre lo parió en la fecha equivocada.
Como la película todavía permanece en cartelera, no quiero indagar mucho en ella, para no cargársela a quien lee. Ahora, me es imposible cerrar la idea si no comento lo siguiente.
Cuando el protagonista, descubre que siempre el pasado es atesorado, incluso por los que viven en el, logra entender que, lo que se debe hacer para poder disfrutar del presente, es intentar modificarlo a nuestro antojo. En criollo: cambiar lo que nos jode. Porque atascarnos con los recuerdos, es simplemente una manera de evitar ver que hay algo, de lo que nos sucede hoy en día, que no nos piace.
Volviendo a Woody, lo que él plasma aquí, es expresar este deseo de vivir el presente, dejando al pasado en el lugar que pertenece. Justamente él, que pasó su carrera glorificándolo.
Queda claro entonces la siguiente secuencia:
1) Whatever Works, con un actor similar a él, pero más moderno. Donde explaya por última vez su vieja manera de ver al mundo.
2) You’ll Meet a Tall Dark Stranger, en la cual impone su búsqueda de alterar la vida rutinaria.
3) Midnight in Paris, donde parece descubrir que su anterior forma de plasmar las cosas no es la correcta, dando luz así a esta nueva visión sobre el pasado y el presente.
Podría ocurrir que la próxima película de Woody Allen tratase de una historia romántica, entre un típico norteamericano de Nueva York y una española, donde el estructuralismo de él se viese en conflicto con la espontaneidad de ella. A partir de lo cual, todo lo que escribí previamente tan solo servirá como excusa para pasar la noche.
Sinceramente no me molesta, porque sin lugar a dudas, sería una película que disfrutaría. Lo que al fin y al cabo, es lo que de veras importa.